Es racismo, es histórico y es antigitano: es antigitanismo.
La introducción del término antigitanismo en el debate social (legislativo, jurídico, educativo…) es sin duda una buena noticia. Designar a las cosas por su nombre tiene una utilidad inmediata: nos ayuda a formalizar el concepto, a situarlo en el contexto, a darle potencia y significado. Después, el concepto así designado puede (¡y debe!) llevarse al terreno de los hechos: en educación, en el trabajo social, en la acción jurídica.
En la España del siglo XXI se sigue discriminando al pueblo gitano en razón de su condición. El antigitanismo es una forma específica de racismo que se desprende de un desarrollo histórico concreto. Saludamos la incorporación del término porque ello nos ayudará a seguir avanzando en nuestro compromiso con el pueblo gitano y con la justicia social.
Aquí y ahora podemos constatar los diversos ámbitos donde se expresa el antigitanismo: laboral, cultural, político, educativo… Lo primordial es comprender, saber ver que las diversas formas de marginación se sostienen por un sistema simbólico de dominación y jerarquización que denominaremos antigitanismo.
En palabras del Consejo de Europa, podemos definir el antigitanismo como “una forma específica del racismo dirigido hacia las personas gitanas, de forma similar al antisemitismo”. Por ello:
1) es persistente tanto histórica como geográficamente (es permanente y no disminuye);
2) es sistemático (es aceptado por prácticamente toda la comunidad) y
3) a menudo va acompañado de actos de violencia y discriminación”.
Desde estas premisas, en nuestra situación actual, constatamos:
a) la existencia de una importante brecha de desigualdad entre el pueblo gitano y el resto de la sociedad;
b) la permanencia de la segregación espacial residencial y el aumento de procesos crecientes de segregación escolar;
c) la utilización de un lenguaje antigitano que habilita la identificación entre gitanidad, criminalidad e inmoralidad;
d) la permanencia de discursos de odio y actitudes sociales de recelo y estigmatización social, así como la constatación en diferentes estudios de su consideración como el grupo social más rechazado;
e) la persistencia en los mensajes antigitanos a través de los medios de comunicación y de las redes sociales que configura un marco de violencia simbólica.
Este conjunto de factores configura un fenómeno estructural, endémico y transversal. La discriminación que padece el pueblo gitano, al mismo tiempo, refuerza los prejuicios y estereotipos que existen en el imaginario de la sociedad.
Esta visión se justifica a menudo con el discurso meritocrático que naturaliza la desigualdad y que encubre los mecanismos que impiden un trato igualitario (el impacto del capital cultural de partida, los prejuicios que generan y modulan las expectativas sociales).
Por otra parte, cabe sumar el riesgo de que los programas institucionales (sociales y educativos) se contaminen de antigitanismo adoptando un enfoque asistencialista y/o paternalista, contribuyendo y perpetuando la situación.
En el sistema educativo, a pesar de los avances notables en educación obligatoria, podemos constatar la influencia del antigitanismo en diversos sentidos:
a) persisten altísimas tasas de fracaso y abandono escolar y escasa presencia en estudios postobligatorios y universitarios;
b) subsisten los centros guetizados y se constata un proceso creciente, más o menos sutil, de segregación escolar intercentros e intracentros;
c) hay bajas expectativas de los agentes educativos que se trasladan como causa principal de fracaso escolar.
El antigitanismo constituye (tanto en épocas pasadas como en la actualidad) la raíz de la discriminación que padece el pueblo gitano y, además, esta marginación es usada como "prueba" y reforzamiento de los prejuicios y estereotipos.
Conviene repetirlo: el antigitanismo es una forma específica de racismo que se desprende de un desarrollo histórico concreto. Así pues, hay que constatar el cómo para saber ver con claridad la situación actual.
Hay una génesis histórica que explica el antigitanismo. Disponemos de suficientes trabajos que nos aclaran sobradamente el proceso. Conocemos el esquema básico de sus fases:
A. la estigmatización del colectivo,
B. la generalización de ese estigma a la totalidad de las personas que pertenecen al grupo
C. las medidas de discriminación y/o de exclusión son institucionalizadas por una política general antigitana.
Hay, por una parte, un factor de fijación moral que acompaña y legitima el proceso. Una variable en la que, históricamente, influyó de manera decisiva la iglesia católica. Por otro lado, se acompaña de medidas de fijación física (vinculadas al vasallaje) que permiten un mayor y mejor control del nomadismo de esos colectivos. Naturalmente, todo este proceso se legitima a través de un conjunto normativo y un potente instrumental legislativo que, por un lado, sanciona y, por otro, naturaliza la violencia simbólica y epistémica que ejerce el poder. Aún hoy es insuficientemente conocido este repertorio histórico de la infamia. Seguimos convencidos de que su explicación, su conocimiento y reconocimiento es una de las ayudas más útiles para la causa gitana. Revisar esta historia (desde la primera pragmática en 1499 hasta la anulación del reglamento de la Guardia Civil de 1978), con su retahíla dramática de violencia, ultraje, esclavitud, redadas, prisión, intento de genocidio, asimilación… es un ejercicio de la mayor elocuencia persuasiva.
Recientemente, una Resolución del Parlamento Europeo nos habla del "Antigitanismo estructural e institucional profundamente arraigado en todos los estratos de la sociedad, que constituye un obstáculo importante para que la población romaní ejerza plenamente sus derechos fundamentales como ciudadanos de la Unión en todos los ámbitos de la vida". Si la cuestión es estructural e institucional, los ámbitos de actuación deben ser diversos y en todas direcciones.
En nuestra opinión, merece la pena destacar:
- La importancia de la reciente Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación que sitúa la motivación antigitana como agravante y la traslada a otros ámbitos de enorme trascendencia (Estatuto de los Trabajadores, Código Civil y Penal).
- Las recomendaciones normativas europeas que deben condicionar los desarrollos normativos nacionales.
- La reciente Ley de Memoria Democrática y la referencia a la cuestión gitana.
Para nuestra Asociación educar contra el antigitanismo es un imperativo ideológico, moral y pedagógico. Es el sentido fundacional de nuestra organización y el trabajo que nos ha reunido todos estos años. Por eso, se hace preciso actuar constatando que:
a) seguimos creyendo en la educación como una poderosa herramienta para la transformación social;
b) sigue vigente la necesidad de una educación intercultural que cuestione nuestra mirada y nuestras expectativas sobre el alumnado gitano y que impulse una verdadera educación inclusiva;
c) es urgente impulsar políticas de escolarización que ataquen el fenómeno de la segregación escolar, aspecto crucial en las políticas educativas para la equidad;
d) el curriculum debe servirnos para desarrollar una educación inclusiva, reconocer y legitimar la historia y la cultura gitana, impulsar una didáctica intercultural y, ahora con la perspectiva de la LOMLOE, potenciar un curriculum competencial que ayude a un correcto tratamiento de la diversidad.
e) es imprescindible el compromiso ético del profesorado, la necesidad de una visión crítica y autocrítica respecto al antigitanismo y su implicación para desarrollar una educación crítica que nos ayude a combatirlo.
Por último, queremos subrayar que, en todo este conjunto de acciones, es decisiva la aportación y el protagonismo de la comunidad gitana. Cuando se tiene voz y participación directa, cuando se aporta la visión desde dentro, las posibilidades de aplicación adquieren una dimensión mucho mayor.
Así pues, no hay opción, no hay tercera vía, tertium non datur: o tomamos la opción del compromiso contra el antigitanismo o somos cómplices de su consolidación y su desarrollo.
Reconocer, impulsar y utilizar el término antigitanismo en nuestra acción es mucho más que una precisión semántica. Es más que una cuestión nominalista: significa el reconocimiento formal y explícito de una discriminación intolerable, la definición precisa de una injusticia histórica y persistente que hay que denunciar y combatir. Y hay que llamarlo antigitanismo. Las cosas, por su nombre.
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Este documento ha sido elaborado a partir del debate en seminario de la Asociación de Enseñantes con Gitanos celebrado en Toledo, en mayo de 2022.
Documento final aprobado en diciembre de 2022.
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